Por MVZ César Gutierrez P

Ritos y Sacrificios.

En diferentes regiones del actual territorio mexicano, después del ser humano, el perro fue el animal más frecuentemente sacrificado por los antiguos mexicanos en honor a sus Dioses; para agradarlos y recibir sus favores que aliviarían sus necesidades.
 
Las siguientes descripciones fueron hechas por los españoles en informes escritos durante el siglo XVI.
 
Según la relación de la Villa de Valladolid en esa ciudad cercana a la actual ciudad de Mérida en el estado mexicano de Yucatán, cuando no tenían esclavos capturados en las batallas sacrificaban perros.
Landa menciona que: en el año nuevo Mulac se ofrendaban perros hechos de barro y se sacrificaba a un cachorro virgen.
En el mes maya de Muan, los propietarios de plantíos de cacao sacrificaban un perro con manchas color cacao para ofrecerlo a los dioses Ek chau, Chan y Hobni.
Para Itzamná importante deidad Maya se sacrificaba a un hombre o a un perro arrojándolo desde un lugar alto para que cayera sobre un montón de piedras en donde posteriomente se le arrancaba el corazón.
En época de sequía al Dios maya de la lluvia, Chac también se le ofrendaban perros.
 
Por otro lado a cientos de Kilómetros de la zona Maya en el Altiplano de México en el hoy  estado de Tlaxcala se hacía lo mismo pero para agradar al Dios Xolotl en el templo de Xoloteupan.

 
Ritos Funerarios.

En los ritos funerarios el perro tenía un papel muy importante ya que acompañaría al difunto por el inframundo hasta llegar a las orillas del gran río Chiconahuapan (nueve ríos). durante un viaje de cuatro años y muchos peligros. Las almas de los difuntos  solo lo podían cruzar ayudadas por sus perros. Que al reconocer a su amo lo llevarían a custas para atravesar el río.

Esto puede ser comprobado por las evidencias encontradas en las llamadas tumbas de tiro que eran un pozo o tiro cilindrico excavado, que tenía acceso a una o varias cámaras laterales.
Por evidencias arqueológicas como figuras de arcilla; en la Ciudad de Teotihuacan (período clásico) era costumbre acompañar a los muertos con un perro sacrificado, el ejemplo más antiguo se remonta al año 3550 a.C. en la ya anteriormente citada  Cueva del Tecolote en Huapalcaco Hidalgo.
En Chupécuaro en el estado mexicano de Guanajuato, también se practicaba esa costumbre de colocar perros y otras ofrendas.
En Tatilco, se encontraron restos óseos de perros en 17 entierros de personas e incluso fueron hallados los entierros específicos de tres perros.
La cultura Maya fue otra más en seguir esta tradición, por las evidencias en las zonas de Altun Ha, Uaxactún, Cozumel y Mayapan.
Y una vez más gracias a las comunicaciones de Fray Bernardino de Sahagún tenemos documentada la información sobre los ritos funerarios:
 
“ Hacían al difunto llevar consigo un perrito de color bermejo, y al pezcuezo le ponían hilo flojo de algodón”.
 
La Etnografía nos señala que entre los Lacandones del estado mexicano de Chiapas en el entierro se colocaba en cada una de las cuatro esquinas de la tumba un figura de hoja de palma que representaba a un perro; y actualmente en ciertos lugares cercanos a la Ciudad de México como Milpa Alta y Xochimilco, las personas acostumbran tener  perros porque siguen teniendo la creencia de que les ayudarán a “cruzar el río después de la muerte”