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Historia del Greyhound

El perro doméstico se desarrolla a partir del llamado Canis Lupus Pallipis, mejor conocido como el Lobo de las Indias, el cual, posteriormente dio origen a diferentes tipos primitivos durante la Edad de Bronce en 4, 500 a.C., de quienes descienden todas las distintas razas de perros que conocemos en la actualidad. El Canis Leineri, ancestro de los lebreles, es uno de los más antiguos.

Algunas teorías afirman que el origen de los sabuesos cazadores por vista, se dió gracias a las migraciones humanas que tuvieron lugar hace miles de años, cuando los pueblos nómadas del norte de Asia se dirigieron hacia lo que actualmente es Medio Oriente.

Los perros de las tribus del norte, que fueron tomados del territorio del gran lobo gris, poseían éste mismo color, además de otros como agouti, sable, amarillo, negro y fuego, y totalmente negros con manchas blancas, producto de su domesticación. A diferencia de los lobos, mostraban orejas caídas, con una cola alta y enroscada, que los distinguían de sus parientes salvajes. Este primitivo tipo de “anti-lobo”, como ha sido llamado por algunos autores, tenía una pesada estructura ósea, cabeza redondeada, doble capa de pelo y piel suelta que permitía la fácil acumulación de grasa; características desarrolladas para soportar largas jornadas de trabajo a bajas temperaturas.

Posiblemente estos perros domésticos, al este de la gran cadena montañosa asiática, donde comienzan las planicies de Persia, tuvieron una larga serie de encuentros con los lobos que habitaban en Asia Menor, los cuales eran de estructura más ligera, con una depresión fronto-nasal menos marcada, de pelaje corto, y generalmente de colores rojizos o arenosos.

El lobo del sur añadió al perro del norte una nueva dimensión en su temperamento, incrementando, al mismo tiempo, su velocidad de reacción, pero convirtiéndolo en un animal huidizo y tímido. Por tal razón, los humanos que dependían de estos ávidos cazadores, tuvieron que ingeniar numerosas demostraciones de afecto para que sus perros regresaran después de alejarse durante la cacería.

Pero, las demostraciones de afecto y confianza tenían que reforzarse mediante un mayor acercamiento hacia el animal, lo que significaba que los perros de caza debían compartir el espacio humano dentro de las tiendas. Una práctica que se oponía a las normas religiosas musulmanas que los consideraban animales impuros, con los que se debía tener el menor contacto posible; Una creencia originada debido a los problemas sociales y de salud propiciados por los perros de guardia y pastoreo, que vivían en el exterior, reproduciéndose sin control en las inmediaciones de los campamentos.

Sin embargo, el utilizar a estos hábiles animales, era una ventaja difícil de ocultar, pero que al mismo tiempo contradecía a las tradiciones de la época. La necesidad llevó a las personas a considerar a los antiguos lebreles, ya no como perros, sino como semidioses disfrazados que tenían la misión de asistir al jefe de la tribu en cacerías rituales o deportivas, dándoles el origen místico que les aseguraba un lugar de honor debido a la habilidad para detectar y la rapidez con que perseguían a la presa.

En Egipto, 4,000 años atrás, los primeros lebreles también eran utilizados para la caza y como animales de compañía, perros, cuyo nacimiento era equiparable al de un hijo, que eran momificados y representados en las cámaras mortuorias de los personajes de la nobleza. Tutankamon, Amenotep II, Tutmosis III, Hatshepsut, y Cleopatra VII, fueron algunos de los faraones y reinas propietarios de antiguos Lebreles Egipcios.

Gracias a la descripción hecha por Homero en La Odisea, acerca de Argus, mascota del héroe Odiseo, y a los relieves grabados en las monedas, se sabe que los griegos adquirieron a estos perros egipcios alrededor del año 1,000 a.C. y fueron ellos, quienes comenzaron a utilizarlos para la persecución de la liebre salvaje, aprovechando su vista, gran disposición, velocidad y agilidad en la carrera. Una cualidad, que según las leyendas, era admirada incluso en el Olimpo, en donde los dioses, como Hécate, Artemisa (Diana en su versión romana), y Pollux, protector de los cazadores, eran generalmente representados en compañía de uno o más ejemplares.

Las extraordinarias características de los galgos fueron, durante siglos, bien conocidas en Oriente Medio, Norte de Africa y el Mediterráneo; extensión que favoreció la aparición de distintas razas propias de cada región, desde el Sloughi, el Saluki, y el Afgano, populares entre los paises árabes, hasta el Borzoi en Rusia, el Greyhound, Lobero Irlandés y Scottish Deerhound en las Islas Británicas.

El desarrollo del Greyhound comienza con las migraciones humanas provenientes del este hacia lo que actualmente es Inglaterra, en donde su presencia data de 3,000 años atrás, durante el periodo sajón, cuando los jefes de las tribus se obsequiaban antiguos Greyhounds como regalos de honor; y donde, alrededor del 200 a. C. fueron adoptados por los pueblos Celtas que llegaron desde Bélgica.

Tiempo después, durante la expansión del Imperio, los romanos obtuvieron sus primeros Greyhounds de los celtas, adoptando la costumbre de perseguir liebres en campo abierto, una práctica común entre el pueblo conquistado. Flavio Arriano explica en su obra “Cazando Liebres” escrita en 124 d.C., que el propósito de la persecución era disfrutar la emoción que le acompañaba; “Un verdadero deportista no permite que la liebre sea capturada y destruída, sino que goza de la veloz competencia entre sus perros”. Arriano también hace referencia a las medidas establecidas dentro de la competencia, en donde los perros no debían acercarse a más de un brazo de distancia de la supuesta presa.

Durante la Edad Media, la raza se colocó al borde de la extinción, sin embargo fue rescatada gracias a que numerosos personajes se aficionaron en su crianza, y por lo tanto, el Greyhound comenzó a ser reconocido como un perro propio de la aristocracia.

En este período, el restringir al pueblo la entrada a los terrenos de caza exclusivos para los nobles, eran muy común, y los perros de los plebeyos que llegaban a ser capturados dentro de las áreas reservadas, sufrían mutilaciones en sus dedos con la intención de que no pudieran desempeñar su labor nunca más.

Debido a las leyes medievales de caza, el color de los ejemplares comenzó a ser un factor que diferenciaba a las personas adineradas de quienes pretendían violar la ley; la gente común prefería a los perros que fueran difíciles de ver entre la vegetación, de color negro, rojo, leonado y atigrado. En tanto que los nobles utilizaban animales de colores brillantes, generalmente blancos con manchas negras que pudieran ser identificados con facilidad si llegaban a perderse en el bosque.

La influencia del Greyhound dentro de la corte inglesa fue tal, que su figura se convirtió en un emblema utilizado comúnmente en las tumbas de los caballeros, como símbolo de sus más altas virtudes y su aristocrático estilo de vida.

La primera descripción escrita de la raza, pertenece, curiosamente, al poeta francés Gages de la Buigne, capellán del rey de Francia que en 1356 compuso para su soberano prisionero, la “Divisa del hermoso lebrel”:

Hocico de lobo,
Arpa de león, cuello de cisne;
Oreja de serpiente tenía
Quien sobre la cabeza tenía;
Hombro de cabrito salvaje,
Costilla de cierva en el boscaje,
Muslo de liebre y pie de gato,
Lengua de ciervo, cola de rata.

Durante el Renacimiento, pintores como Veronese, Pisanello y Desportes, pintaron al Greyhound incrustado en una gran variedad de temas de cacería que iban desde lo sagrado hasta lo secular.

En cuanto a las actividades de campo, a través de los siglos, los ingleses conservaron su afición por la caza de la liebre, y fue Isabel I en el siglo XVI, quien por medio del Duque de Norfolk reguló este deporte bajo el nombre de “coursing”, estableciendo un reglamento general para todas las provincias, en el que seguía siendo más importante el alcanzar un buen puntaje que simplemente atrapar a la liebre.

El primer club oficial de Coursing fue fundado en 1776 por Lord Orford en Swaffham, Norfolk, en Inglaterra. Fue este noble personaje, admirador del coursing, quien crío grandes y veloces campeones reconocidos en su país; y fue él, el primero en introducir sangre de Bulldog a la raza con la finalidad de aportar mayor arrojo al tímido Greyhound , quien gano en temperamento; aunque, como resultado de tales cruzas recíprocas, el Bulldog haya heredado las pequeñas orejas “de rosa” propias del lebrel inglés.

Lord Orford realizó una sola cruza de Greyhound con Bulldog (un perro para toros de mayor estatura que en la actualidad) , y de ahí comenzó con un proceso de cría para depurar las características físicas heredadas, ya que lo importante era obtener el coraje y la tenacidad del perro de pelea; meta que se logró a partir de la cuarta generación.

Un siglo después, el Club Nacional de Coursing se forma en el año de 1858, el cual inauguraría el “Greyhound Studbook” en 1882, libro específico de orígenes, propio de las razas consideradas “de trabajo”, que en Inglaterra deben estar separados de los libros del Kennel Club.

 

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